Masculinidad/es, cuerpo y artificialidad.

01.08.2017 00:41

Hay casos que permiten pensar sobre ciertos aspectos de la vida. Nosotros nos gusta pensar sobre los múltiples usos del zunga tanto en su dimensión subjetiva, cultural como histórica. En esta ocasión se cruza con quién lo usa: el Ken humano. En esta noticia podemos ver que están – más allá de la patologización del sujeto - en juego cierto aspecto relacionados con el tema del cuerpo, artificialidad y el tema de la identidad de género.

 

Click en la imagen para ver la nota de “El Ken Humano en Zunga” en El Ciudadano.cl

 

Ciertamente lo que resalta es la estética de un sujeto que tiene como meta en la vida parecerse a una muñeca de una línea de juguetes. Es usual situar estos sujetos como “enfermos” y por tanto excepciones. Pero debemos verlo como sintomáticos de una estructura que tiene una presencia en nuestras vidas de manera casi permanente. El llevar a cabo tal estética al propio cuerpo quizás tiene algo de extremo pero no los es tanto en la medida que hay una estética que se muestra como hegemónica y pautea el modo de vestirse en ciertos espacios sociales.

 

La identidad, masculina o femenina, desde la perspectiva de género se refiere a un modelo y un mandato que nos señala qué debemos ser, cómo debemos comportarnos y cuando debemos hacer ciertas cosas. Se ha hablado usualmente como Barbie ha hegemonizado una variedad de aspectos de las vidas de las niñas y mujeres pero escasamente se refiere al caso de Ken, su pareja. De igual manera, Ken es un mandato a los sujetos masculinos, aunque no juguemos (culturalmente) con Ken como nuestro juguete favorito sino el muñeco está como una contraposición en el mundo Barbie.

El quirúrgico rostro del “Ken Humano” en comparación con el plástico juguete.

 

Los varones buscamos replicar la norma y el mandato masculino en las prácticas porque el aspecto gregario de lo social es evidente, consigo aprobación en la medida que hago lo que otros quieren para estar en ese círculo y clase social. Entonces materializamos en conductas aquellas normas que se nos dice que debemos cumplir. Ahora bien, lo paradojal es que este cumplimiento de normas también se materializa no solo en una conducta sino se implanta, literalmente, en el cuerpo.

 

Esto, en términos, - el cuerpo como elemento comunicativo en términos sociales – no es nada nuevo en las sociedades llamadas tradicionales por tanto tampoco debiera – aunque es complejo no hay que sorprenderse por la forma que esto se materializa en la sociedad postindustrial e informacional- como en la que vivimos hoy. Además la zunga aparece como insumo de ese cuerpo masculino artificial o no, pero resultado de ciertos parámetros estéticos que rigen nuestras vidas.

 

Se radicaliza en este personaje un esquema corporal que no creo sea tan la excepción, tal como es quizás llevar a cabo tal acción y deseo. O sea, moldear el cuerpo de acuerdo a algo que la mayoría quizás no haríamos es también un tema. Declararlo como enfermo o patologizarlo también es hipócrita en la medida que expresa, así como una excepción, un deseo que no (el resto) atrevemos ponerlo en carne, literalmente.

 

Entonces, se habla mucho y patologiza mucho alguien (Ken Humano) o algo (zunga) pero tenemos en este caso alguien que pone en juego ambos aspectos en un cuerpo, y en un quehacer siendo objeto de una marginalización por materializar una norma (estética y ética) con la cual los hombres, varones o seres masculinos aspiramos encarnar (“ser hombre”). Ahora bien, podrán decir que la norma masculina no es lo que encarna Ken y tendría que decir: ¡ciertamente que no! Sin embargo, no en tanto contenido pero sí en tanto fondo. La masculinidad (en singular) sí lo hace de manera transversal en todas las culturas, el tema es que la diversidad de respuestas ante ese formato único de ser (socialmente validado) hombre no es visibilizado pero eso está haciendo sentido, lentamente, por medio de una práctica y no como un simple ejercicio oposicional (en contra o a favor de Ken Humano).

 

¿Es natural desear y materializar a Ken en el propio cuerpo? La pregunta es capciosa porque contiene la respuesta y no permite configurar el marco sociocultural en que ese hecho se vuelve coherente, y no un acto marginal y “patologizable” por el observador/a (los medios y los lectores).  Además el Ken humano no usa bermudas como lo hace Ken (la muñeca) y así la zunga queda contaminada por la artificialidad que le vemos en el Ken humano y no queda disponible como prenda cotidiana sino asociada a un sujeto patologizable como el Ken humano.

 

 

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