Zungeando en el Depa junto a mi hijo.
02.02.2021 00:22
Hemos ya estado prácticamente un año “encerrados” (también bastante relativo dado la desigualdad y los dinamismos (y “rigidez” de las cuarentenas) y hemos estado expuesto a múltiples cambios y transformaciones, en la espera de la famosa vacuna que nos permitirá “volver a la normalidad”. Si bien podemos compartir largamente sobre todos aquellos aspectos estructurales, políticos, socioemocionales que han o están cambiando en nuestras vidas ciertamente el elemento de la cotidianidad es lo que más impacta. Y en esta ocasión no va a ser distinto, y relacionando la zunga con covid-19 y cómo repensarnos como sujetos masculinos, pero también como sociedad dado que cada uno de estos elementos está ligado con otro.
La zunga y la cuarentena/pandemia están relacionadas y no tiene nada que ver - aparentemente - con la política o la economía (temas considerado para el debate académico o social) sin embargo, no creo que tampoco tenga una inutilidad desde un punto de vista de la perspectiva que suelo tomar las cosas: las masculinidades. Pone, primeramente, en juego varios insumos y elementos tales como el cuerpo masculino, la crianza, salud mental y sobre todo sentido de una vida, en el foco del análisis. Que a su vez, se vuelca, por obligación y contexto, hacia lo público y lo político, desde lo doméstico/intimo. Si bien me considero que soy un sujeto masculino que aporta bastante a subir el promedio de las horas que ocupamos los hombres en la cocina o en labores domésticas (lavar ropa y la losa, planchar, trapear, limpiar los baños, hacer la cama, etc.), el encierro ciertamente obliga - de cierta manera - considerar la gestión del tiempo en la vida cotidiana, independiente si “tienes” pequeños a cargo, esposa, trabajo (por suerte, en este contexto) de escritorio, soltero, separado, y/o en pareja.
La zunga se asocia tradicionalmente a una de esas tantas actividades que hoy se ven limitadas por la pandemia, y de hecho vi imágenes en los noticieros de las playas de Viña custodiadas por Policía marítima. O sea, un escenario totalmente anti-zunga, si se quiere. Entonces, ¿Qué hacer cuando todos los espacios para zungear están limitados, al menos temporalmente? Obvio, Zungear en casa. Hemos hablado en este sitio largamente sobre la comodidad de la zunga, y el uso del mismo en el contexto doméstico. Y en nuestro caso en departamento, y con un pequeño que recién el pasado 26 de diciembre cumplió 5 años. Uno de los miedos masculinos, siento - quizás hoy menos-, es cómo compartir con los hijos en las escenas cotidianas, por ejemplo la de los baños. No deja de ser relevante ese miedo en la medida que pensamos también que hemos vivido - como sociedad y como sujetos masculinos - los casos de abusos sexuales condicionan tales miedos y - muchas veces con fundamentos - con vivencias cercanas o incluso de primera mano en relación al cuerpo masculino con esos “pequeños bajitos”.
Lo complejo es que también ese espacio de compartir es también un momento de crear memorias y vínculos con “nuestros” cachorritos. ¿Cómo entonces nos vinculamos desde esa intimidad corporal, con zungas, de un verano caluroso, pero que no tenemos piscina para compartir o cierta limitación ética para vincularnos? Parte de estos ritos es que se ponen en tensión y se limita en su “naturaleza” social. Vincularse con Otros, con toda la bulla, olores de asado, ruido de cabro chico gritando, llorando, o riéndose a carcajada por algún motivo. Eso es la escena de lo social. Hoy es hacer lo mismo pero de otra manera, con distancia física, con mascarilla u lavarse bien las manos. Hacer lo mismo, pero no de la misma manera. Algo como raro, pero que constituye en un nuevo común y corriente. En esa convivencia queda grabado en la memoria de “mi” cachorro, ese cuerpo del padre en zunga, en una prenda que es sino natural en su perspectiva en un contexto no tan corriente ni tan natural (social).
ZUNGUEROS CHILENOS: Devanir y su hijo disfrutando en zunga en el balcón del departamento (en zunga deportivo y bóxer de baño respectivamente)
Todos mis actos quedan grabados en la memoria de ese pequeño revoltoso al cual uno le da todo, todo de sí para que esté bien, cuidarse. Y dentro de esta cuarentena, aunque no se me prohíbe salir trato hacerlo lo menos posible, y eso topa o contrasta con que los/as niños/as necesitan salir a socializar, a ser con otros pequeños en la misma o similar situación. Hay una película muy ochentera gringa llamada “Blast from the past ” (en español “Buscando a Eva”) que trata de la vida de un niño que crece en un bunker anti-nuclear post 2da guerra mundial, y después de 3 décadas abajo (sin salir) y se enfrenta a la realidad de otra sociedad a la que el padre le había contado. Bueno, no digo que esto va a ser lo mismo, pero si tiene que ver en algo dado lo permanente que la cuarentena o este virus pareciera hoy tener en nuestras vidas. Entonces, el tema no es sucumbir ante el panorama sin repensar el modo de hacer las cosas - no solo en lo doméstico sino también en lo público - porque creo que el tema no es que vendrá una sociedad post-pandemia covid-19, sino debemos (tal como hicimos menos conscientemente - en términos sociales - con el sarampión o influenza) considerar que estaremos en un estado intra-pandémico. Estamos adentro de algo, dentro del hogar, más encuevados, etc., y para no volvernos locos en eso debemos rehacer gran parte del modo en que veníamos haciendo las cosas. Y veremos muchas muestras de ello en los años venideros, y en lo particular dentro de las relaciones de género (intragénero e incluido bi, homo y trans) algunos procesos se van a acelerar desde el punto de vista de proceso social, y no solo vendrán retrocesos.
En el caso de la piscina en donde nos bañamos con mi hijo no es tan simple como llenarla y después sacar el agua igual de rápido, sino tengo que sacarlo con balde y a mano. Lo cual resulta trabajoso y cansador. El tema es que eso, metafóricamente, representa el hecho de que debemos rehacer - no solo individual sino socialmente - el modo que veníamos haciéndolo. Para eso es necesario el dialogo entre ambas partes (sociedad e individuo, como dirían l@s sociolog@s) y para que ello ocurra debemos superar la angustia, perplejidad, enojo o rabia que sentimos en función del encierro obligado para dialogar y comenzar a encontrar una forma colectiva de hacer las cosas. No es que alguien sea el Mesías (literal o metafórico) y nos diga que va a pasar, sino que la respuesta es colectiva ya que también la creación del problema, pandemia, fue colectiva, dada nuestra forma de relacionamiento humano hasta antes de la pandemia.
ZUNGUEROS CHILENOS: Devanir y su hijo disfrutando en zunga en el balcón del departamento (en zunga deportivo y bóxer de baño respectivamente)
Entonces, la zunga es un elemento de relacionamiento del cuerpo masculino con el mundo, dentro del marco de un contexto (Covid-19)que obliga a repensar el relacionamiento entre todos nosotros como sujetos humanos, pero que también nos permite vincular los sujetos masculinos con la salud mental o salud física, y en eso habrán quienes se resisten (Trump, negacionistas, etc.) y quienes podrán pensar pragmáticamente en su propio bienestar, y entre esos dos habrán miles de otras posturas tensionadas. Las relaciones de género (no solo hombres y mujeres sino también intragenéricas) están, creo, igualmente o más tensionadas respecto a cómo vincularse con el mundo, y al mismo tiempo está atravesadas por otras identidades que en ciertos territorios o temporalidad están - menos o más latentes - en un modo emergente de vincularse entre ellos. Uno de los elementos que creo fundamental esto es que debemos percatarnos que las revoluciones son lentas, no se da de manera rápida, sino que son procesos de ajuste de vidas concretas.
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¿Tienes una CRONICA ZUNGUERA EN PANDEMIA que hayas vivido?
Escríbenos a yousozunga@gmail.com y la publicaremos.
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Hemos ya estado prácticamente un año “encerrados” (también bastante relativo dado la desigualdad y los dinamismos (y “rigidez” de las cuarentenas) y hemos estado expuesto a múltiples cambios y transformaciones, en la espera de la famosa vacuna que nos permitirá “volver a la normalidad”. Si bien podemos compartir largamente sobre todos aquellos aspectos estructurales, políticos, socioemocionales que han o están cambiando en nuestras vidas ciertamente el elemento de la cotidianidad es lo que más impacta. Y en esta ocasión no va a ser distinto, y relacionando la zunga con covid-19 y cómo repensarnos como sujetos masculinos, pero también como sociedad dado que cada uno de estos elementos está ligado con otro.
La zunga y la cuarentena/pandemia están relacionadas y no tiene nada que ver - aparentemente - con la política o la economía (temas considerado para el debate académico o social) sin embargo, no creo que tampoco tenga una inutilidad desde un punto de vista de la perspectiva que suelo tomar las cosas: las masculinidades. Pone, primeramente, en juego varios insumos y elementos tales como el cuerpo masculino, la crianza, salud mental y sobre todo sentido de una vida, en el foco del análisis. Que a su vez, se vuelca, por obligación y contexto, hacia lo público y lo político, desde lo doméstico/intimo. Si bien me considero que soy un sujeto masculino que aporta bastante a subir el promedio de las horas que ocupamos los hombres en la cocina o en labores domésticas (lavar ropa y la losa, planchar, trapear, limpiar los baños, hacer la cama, etc.), el encierro ciertamente obliga - de cierta manera - considerar la gestión del tiempo en la vida cotidiana, independiente si “tienes” pequeños a cargo, esposa, trabajo (por suerte, en este contexto) de escritorio, soltero, separado, y/o en pareja.
La zunga se asocia tradicionalmente a una de esas tantas actividades que hoy se ven limitadas por la pandemia, y de hecho vi imágenes en los noticieros de las playas de Viña custodiadas por Policía marítima. O sea, un escenario totalmente anti-zunga, si se quiere. Entonces, ¿Qué hacer cuando todos los espacios para zungear están limitados, al menos temporalmente? Obvio, Zungear en casa. Hemos hablado en este sitio largamente sobre la comodidad de la zunga, y el uso del mismo en el contexto doméstico. Y en nuestro caso en departamento, y con un pequeño que recién el pasado 26 de diciembre cumplió 5 años. Uno de los miedos masculinos, siento - quizás hoy menos-, es cómo compartir con los hijos en las escenas cotidianas, por ejemplo la de los baños. No deja de ser relevante ese miedo en la medida que pensamos también que hemos vivido - como sociedad y como sujetos masculinos - los casos de abusos sexuales condicionan tales miedos y - muchas veces con fundamentos - con vivencias cercanas o incluso de primera mano en relación al cuerpo masculino con esos “pequeños bajitos”.
Lo complejo es que también ese espacio de compartir es también un momento de crear memorias y vínculos con “nuestros” cachorritos. ¿Cómo entonces nos vinculamos desde esa intimidad corporal, con zungas, de un verano caluroso, pero que no tenemos piscina para compartir o cierta limitación ética para vincularnos? Parte de estos ritos es que se ponen en tensión y se limita en su “naturaleza” social. Vincularse con Otros, con toda la bulla, olores de asado, ruido de cabro chico gritando, llorando, o riéndose a carcajada por algún motivo. Eso es la escena de lo social. Hoy es hacer lo mismo pero de otra manera, con distancia física, con mascarilla u lavarse bien las manos. Hacer lo mismo, pero no de la misma manera. Algo como raro, pero que constituye en un nuevo común y corriente. En esa convivencia queda grabado en la memoria de “mi” cachorro, ese cuerpo del padre en zunga, en una prenda que es sino natural en su perspectiva en un contexto no tan corriente ni tan natural (social).
Todos mis actos quedan grabados en la memoria de ese pequeño revoltoso al cual uno le da todo, todo de sí para que esté bien, cuidarse. Y dentro de esta cuarentena, aunque no se me prohíbe salir trato hacerlo lo menos posible, y eso topa o contrasta con que los/as niños/as necesitan salir a socializar, a ser con otros pequeños en la misma o similar situación. Hay una película muy ochentera gringa llamada “Blast from the past ” (en español “Buscando a Eva”) que trata de la vida de un niño que crece en un bunker anti-nuclear post 2da guerra mundial, y después de 3 décadas abajo (sin salir) y se enfrenta a la realidad de otra sociedad a la que el padre le había contado. Bueno, no digo que esto va a ser lo mismo, pero si tiene que ver en algo dado lo permanente que la cuarentena o este virus pareciera hoy tener en nuestras vidas. Entonces, el tema no es sucumbir ante el panorama sin repensar el modo de hacer las cosas - no solo en lo doméstico sino también en lo público - porque creo que el tema no es que vendrá una sociedad post-pandemia covid-19, sino debemos (tal como hicimos menos conscientemente - en términos sociales - con el sarampión o influenza) considerar que estaremos en un estado intra-pandémico. Estamos adentro de algo, dentro del hogar, más encuevados, etc., y para no volvernos locos en eso debemos rehacer gran parte del modo en que veníamos haciendo las cosas. Y veremos muchas muestras de ello en los años venideros, y en lo particular dentro de las relaciones de género (intragénero e incluido bi, homo y trans) algunos procesos se van a acelerar desde el punto de vista de proceso social, y no solo vendrán retrocesos.
En el caso de la piscina en donde nos bañamos con mi hijo no es tan simple como llenarla y después sacar el agua igual de rápido, sino tengo que sacarlo con balde y a mano. Lo cual resulta trabajoso y cansador. El tema es que eso, metafóricamente, representa el hecho de que debemos rehacer - no solo individual sino socialmente - el modo que veníamos haciéndolo. Para eso es necesario el dialogo entre ambas partes (sociedad e individuo, como dirían l@s sociolog@s) y para que ello ocurra debemos superar la angustia, perplejidad, enojo o rabia que sentimos en función del encierro obligado para dialogar y comenzar a encontrar una forma colectiva de hacer las cosas. No es que alguien sea el Mesías (literal o metafórico) y nos diga que va a pasar, sino que la respuesta es colectiva ya que también la creación del problema, pandemia, fue colectiva, dada nuestra forma de relacionamiento humano hasta antes de la pandemia.
Entonces, la zunga es un elemento de relacionamiento del cuerpo masculino con el mundo, dentro del marco de un contexto (Covid-19)que obliga a repensar el relacionamiento entre todos nosotros como sujetos humanos, pero que también nos permite vincular los sujetos masculinos con la salud mental o salud física, y en eso habrán quienes se resisten (Trump, negacionistas, etc.) y quienes podrán pensar pragmáticamente en su propio bienestar, y entre esos dos habrán miles de otras posturas tensionadas. Las relaciones de género (no solo hombres y mujeres sino también intragenéricas) están, creo, igualmente o más tensionadas respecto a cómo vincularse con el mundo, y al mismo tiempo está atravesadas por otras identidades que en ciertos territorios o temporalidad están - menos o más latentes - en un modo emergente de vincularse entre ellos. Uno de los elementos que creo fundamental esto es que debemos percatarnos que las revoluciones son lentas, no se da de manera rápida, sino que son procesos de ajuste de vidas concretas.
Hemos ya estado prácticamente un año “encerrados” (también bastante relativo dado la desigualdad y los dinamismos (y “rigidez” de las cuarentenas) y hemos estado expuesto a múltiples cambios y transformaciones, en la espera de la famosa vacuna que nos permitirá “volver a la normalidad”. Si bien podemos compartir largamente sobre todos aquellos aspectos estructurales, políticos, socioemocionales que han o están cambiando en nuestras vidas ciertamente el elemento de la cotidianidad es lo que más impacta. Y en esta ocasión no va a ser distinto, y relacionando la zunga con covid-19 y cómo repensarnos como sujetos masculinos, pero también como sociedad dado que cada uno de estos elementos está ligado con otro.
La zunga y la cuarentena/pandemia están relacionadas y no tiene nada que ver - aparentemente - con la política o la economía (temas considerado para el debate académico o social) sin embargo, no creo que tampoco tenga una inutilidad desde un punto de vista de la perspectiva que suelo tomar las cosas: las masculinidades. Pone, primeramente, en juego varios insumos y elementos tales como el cuerpo masculino, la crianza, salud mental y sobre todo sentido de una vida, en el foco del análisis. Que a su vez, se vuelca, por obligación y contexto, hacia lo público y lo político, desde lo doméstico/intimo. Si bien me considero que soy un sujeto masculino que aporta bastante a subir el promedio de las horas que ocupamos los hombres en la cocina o en labores domésticas (lavar ropa y la losa, planchar, trapear, limpiar los baños, hacer la cama, etc.), el encierro ciertamente obliga - de cierta manera - considerar la gestión del tiempo en la vida cotidiana, independiente si “tienes” pequeños a cargo, esposa, trabajo (por suerte, en este contexto) de escritorio, soltero, separado, y/o en pareja.
La zunga se asocia tradicionalmente a una de esas tantas actividades que hoy se ven limitadas por la pandemia, y de hecho vi imágenes en los noticieros de las playas de Viña custodiadas por Policía marítima. O sea, un escenario totalmente anti-zunga, si se quiere. Entonces, ¿Qué hacer cuando todos los espacios para zungear están limitados, al menos temporalmente? Obvio, Zungear en casa. Hemos hablado en este sitio largamente sobre la comodidad de la zunga, y el uso del mismo en el contexto doméstico. Y en nuestro caso en departamento, y con un pequeño que recién el pasado 26 de diciembre cumplió 5 años. Uno de los miedos masculinos, siento - quizás hoy menos-, es cómo compartir con los hijos en las escenas cotidianas, por ejemplo la de los baños. No deja de ser relevante ese miedo en la medida que pensamos también que hemos vivido - como sociedad y como sujetos masculinos - los casos de abusos sexuales condicionan tales miedos y - muchas veces con fundamentos - con vivencias cercanas o incluso de primera mano en relación al cuerpo masculino con esos “pequeños bajitos”.
Lo complejo es que también ese espacio de compartir es también un momento de crear memorias y vínculos con “nuestros” cachorritos. ¿Cómo entonces nos vinculamos desde esa intimidad corporal, con zungas, de un verano caluroso, pero que no tenemos piscina para compartir o cierta limitación ética para vincularnos? Parte de estos ritos es que se ponen en tensión y se limita en su “naturaleza” social. Vincularse con Otros, con toda la bulla, olores de asado, ruido de cabro chico gritando, llorando, o riéndose a carcajada por algún motivo. Eso es la escena de lo social. Hoy es hacer lo mismo pero de otra manera, con distancia física, con mascarilla u lavarse bien las manos. Hacer lo mismo, pero no de la misma manera. Algo como raro, pero que constituye en un nuevo común y corriente. En esa convivencia queda grabado en la memoria de “mi” cachorro, ese cuerpo del padre en zunga, en una prenda que es sino natural en su perspectiva en un contexto no tan corriente ni tan natural (social).
Todos mis actos quedan grabados en la memoria de ese pequeño revoltoso al cual uno le da todo, todo de sí para que esté bien, cuidarse. Y dentro de esta cuarentena, aunque no se me prohíbe salir trato hacerlo lo menos posible, y eso topa o contrasta con que los/as niños/as necesitan salir a socializar, a ser con otros pequeños en la misma o similar situación. Hay una película muy ochentera gringa llamada “Blast from the past ” (en español “Buscando a Eva”) que trata de la vida de un niño que crece en un bunker anti-nuclear post 2da guerra mundial, y después de 3 décadas abajo (sin salir) y se enfrenta a la realidad de otra sociedad a la que el padre le había contado. Bueno, no digo que esto va a ser lo mismo, pero si tiene que ver en algo dado lo permanente que la cuarentena o este virus pareciera hoy tener en nuestras vidas. Entonces, el tema no es sucumbir ante el panorama sin repensar el modo de hacer las cosas - no solo en lo doméstico sino también en lo público - porque creo que el tema no es que vendrá una sociedad post-pandemia covid-19, sino debemos (tal como hicimos menos conscientemente - en términos sociales - con el sarampión o influenza) considerar que estaremos en un estado intra-pandémico. Estamos adentro de algo, dentro del hogar, más encuevados, etc., y para no volvernos locos en eso debemos rehacer gran parte del modo en que veníamos haciendo las cosas. Y veremos muchas muestras de ello en los años venideros, y en lo particular dentro de las relaciones de género (intragénero e incluido bi, homo y trans) algunos procesos se van a acelerar desde el punto de vista de proceso social, y no solo vendrán retrocesos.
En el caso de la piscina en donde nos bañamos con mi hijo no es tan simple como llenarla y después sacar el agua igual de rápido, sino tengo que sacarlo con balde y a mano. Lo cual resulta trabajoso y cansador. El tema es que eso, metafóricamente, representa el hecho de que debemos rehacer - no solo individual sino socialmente - el modo que veníamos haciéndolo. Para eso es necesario el dialogo entre ambas partes (sociedad e individuo, como dirían l@s sociolog@s) y para que ello ocurra debemos superar la angustia, perplejidad, enojo o rabia que sentimos en función del encierro obligado para dialogar y comenzar a encontrar una forma colectiva de hacer las cosas. No es que alguien sea el Mesías (literal o metafórico) y nos diga que va a pasar, sino que la respuesta es colectiva ya que también la creación del problema, pandemia, fue colectiva, dada nuestra forma de relacionamiento humano hasta antes de la pandemia.
Entonces, la zunga es un elemento de relacionamiento del cuerpo masculino con el mundo, dentro del marco de un contexto (Covid-19)que obliga a repensar el relacionamiento entre todos nosotros como sujetos humanos, pero que también nos permite vincular los sujetos masculinos con la salud mental o salud física, y en eso habrán quienes se resisten (Trump, negacionistas, etc.) y quienes podrán pensar pragmáticamente en su propio bienestar, y entre esos dos habrán miles de otras posturas tensionadas. Las relaciones de género (no solo hombres y mujeres sino también intragenéricas) están, creo, igualmente o más tensionadas respecto a cómo vincularse con el mundo, y al mismo tiempo está atravesadas por otras identidades que en ciertos territorios o temporalidad están - menos o más latentes - en un modo emergente de vincularse entre ellos. Uno de los elementos que creo fundamental esto es que debemos percatarnos que las revoluciones son lentas, no se da de manera rápida, sino que son procesos de ajuste de vidas concretas.