Por andar de zunguero casi me quedo sin conocer el Estadio Centenario

25.06.2018 00:05

 

    Hola Amigos!

Soy yo nuevamente, Andrés de Costa Rica, como les conté en una anécdota anterior me volví a hacer zunguero nuevamente en un viaje a Santiago de Chile, ¡Donde NO ES COMUN usar zunga!, pues bien, desde ese día no he parado de usar este bañador y hoy les traigo una nueva  Anécdota  Zunguera.

    Como fanáticos de la zunga que somos, ¿Nunca les ha pasado que cuando saben que hay una piscina o una playa cerca, cambian todo lo planeado por pasar un tiempo relajados (y ojalá en zunga) sobre todas las cosas? Bueno pues algo así me pasó.

 

    Ahora que estamos en temas de Mundial de Fútbol, quiero contarles lo que me pasó en un viaje el año pasado a Sudamérica. En esa ocasión debía permanecer un mes en tierras argentinas, incluyendo varios fines de semana de por medio. Ya había conocido lo típico de BA: Caminito, San Telmo, Palermo, los estadios de fútbol... Un compañero del colegio me había comentado que él había cruzado a Uruguay para conocer Montevideo y me pareció genial la idea y busqué por internet planes para ir un sábado y regresar el domingo.

    Para mí, Uruguay siempre ha estado presente, el equipo de fútbol de la localidad donde vivo se llama Club Sport Uruguay, debido a una gira en los 60's del Club Peñarol, quienes hasta donaron uniformes. También había sido el equipo al que derrotamos en el Mundial de Brasil 2014 con mayor cantidad de goles, en fin... lo quería conocer.

 

    Reservé un hotel cerca de Pocitos, tenía piscina en la azotea y según los comentarios en sitios de hotels, las vistas eran espectaculares a la playa, no le podía pedir más a la vida. La idea era ir el sábado en el bus que que sale de Buenos Aires a Montevideo (Papa Francisco), hacer city tour en el bus turístico, conocer los lugares más emblemáticos durante el sábado y parte del domingo, descansar en el hotel (usar la piscina) y el domingo por la tarde conocer la ciudad de Colonia de Sacramento, de donde saldría el ferry de regreso a BA por la noche.

    Iría en modo mochilero, por lo que solamente llevaría un bolsito de espalda justo con lo necesario: mis cámaras y algo que ponerme al día siguiente. Dudaba en qué llevaría para la piscina, sí o sí, quería pasar al menos un rato ahí, ya que una de las razones por las que había reservado ese hotel era por la piscina y la magnífica vista. ¿Llevaría la zunga?, ¿Me atrevería a ponérmela? Eran preguntas que me hacía, no quería cargar ropa mojada que oliera feo o dañara el resto de artículos en el bulto, pero dudaba si la zunga era conveniente para ese viaje.

Piscina del hotel en Montevideo y su vista panorámica de la ciudad.

 

    Llegó el día del viaje. El ferry saldría antes del amanecer y debía estar temprano en el Puerto para hacer tranquilo los trámites migratorios. Al final decidí llevar mi zunga debajo del short para economizar espacio y eché una bolsa plástica donde guardaría la ropa mojada. El boleto económico no te permite hacer mucho dentro del buque, más que mirar por las ventanas y esperar al arribo. Al llegar al puerto en Montevideo, crucé la calle y justo en frente estaba una de las paradas del bus turístico.

Puerto del ferry y vista exterior.

 

    Uno de los puntos más atractivos para mí sería conocer el Estadio Centenario, donde se jugó el primer Campeonato Mundial, era un sueño de niño y ese fin de semana lo iba a tachar de mis pendientes. Recorrí la ciudad, haciendo paradas en puntos estratégicos como Plaza de la Independencia, Palacio Taranco, Parque Prado, Palacio Legislativo, Palacio Estévez... Como el boleto del bus era válido por 2 días, decidí (estúpidamente) que el Estadio lo dejaría para el domingo temprano.

Mi registro fotográfico de la ciudad de Montevideo.

 

    Aunque estaba disfrutando de la ciudad, y ya la había recorrido bastante, se me estaba haciendo tarde, eran ya las 5:00 pm, mientras llegaba al hotel, me registraba, comía algo, se me hacían las 6 y no iba a disfrutar nada de la piscina. ¿Entienden el dilema? Seguir conociendo la ciudad que nunca has visitado y que tal vez nunca más vayas a volver o irte a meter a una piscina (que tenés en todo lado) y tener un rato de relajación -y con suerte un hermoso atardecer-.

Atardecer en Montevideo.

 

    Llegué al hotel, me registré y subí a la habitación. Me recosté un par de minutos, mientras decidía que llevaría puesto a la piscina. No tenía mucho tiempo para pensar, me fui a como llegué al hotel y dejaría que el entorno decidiera por mí. Subí en el ascensor a la azotea, no había nadie en la recepción del spa/piscina, tomé una toalla y salí a la piscina. Era una tarde soleada, preciosa de verano y no había nadie en los alrededores. ¿Me habré equivocado?? ¿Debí haberme quedado en la ciudad?? Ya estaba ahí y no quedaba otra que disfrutar el momento.

    Al no haber nadie, no había motivo para no usar mi zunga y así mantendría mi ropa seca. Me saqué la ropa, y quedé en mi Zunga TYR (la misma que había comprado en Santiago). Disfruté de la piscina, hasta me asomé al balcón para ver la playa a lo lejos y tomé fotografías de los alrededores.

 ¡Fue otro cúmulo de sensaciones!.¡ La gente de otros edificios me podían ver en zunga!. Cuando me asomaba a la calle, sentía que la gente me podía ver también. Sentí una adrenalina rica de que había vencido mis temores y uno que otro demonio interno. Hasta ese día, solamente había vestido zunga en las piscinas de los hoteles en Santiago y Buenos Aires (proximamente), que a diferencia de esta piscina, estaban cerradas en un "entorno protegido".

 

ZUNGUERO COSTARRICENSE: Yo en Montevideo usando mi zunga marca TYR (comprada en Santiago de Chile) en una "Selfie" para mi novia.

 

    A la hora y resto de estar sólo en la azotea, disfrutando de la ciudad, el mar, la piscina, llegaron 2 parejas de huéspedes. ¿Sería tiempo ya de salir?? Una cosa era pensar que me podrían estar viendo (gente desde sus ventanas en los edificios cercanos) sin certeza de que lo hacían, a estar consciente de que me están viendo ahí mismo. Para no sentirme sólo, había puesto Spotify en mi celular, corrí a la silla donde estaban mis cosas a apagarlo (y tal vez vestirme), pensando que les molestaría la música. Tal vez solamente habían subido a ver el atardecer o la ciudad y se irían pronto, total no parecía que llevaran ropa de baño.

 

    Las muchachas se acercaron a las sillas, me sonrieron, y empezaron a quitarse la ropa que traían hasta quedarse en diminutos bikinis (esos de tanga que no tapan nada atrás). Sus parejas hicieron lo mismo, hasta quedar en zungas más pequeña que la mía, inclusive. Me sorprendí que esto estuviera sucediendo, seamos realistas, ya las zungas no son tan comunes como antes en ningún lado (Les recuerdo que soy costarricense y en muchas pates de Centroamérica y el Caribe la zunga fue muy muy usada hasta el 2000-2010) hasta que al escucharlos hablar, me di cuenta que eran brasileños.

    Estuvieron disfrutando de la piscina, sin ninguna pena o carga mental de que estuvieran tan escasos de ropa, pensaba: ¡qué gente para ser alegre! Me pidieron que les tomara fotografías a los 4 en varias partes y ángulos, y con el poco portoñol de todos me incorporaron al poco tiempo a la conversación. Volví a poner el spotify y me hice de cuentas que era un brasileño más, disfruté y reí con ellos.

    Llegaron a cerrar la piscina y nos sacaron de ahí, nos pudimos haber quedado más tiempo porque el calor lo ameritaba, pero eran las reglas. Me invitaron a salir a cenar con ellos, por supuesto un buen asado uruguayo (el mejor que he probado en la vida). Ni siquiera sentí que iba de mal quinto, ellos querían saber de Costa Rica porque sería su próximo destino de vacaciones y yo tenía las mejores respuestas.

 

    Al día siguiente, bien temprano salí a recorrer el resto de Montevideo y por supuesto a cumplir mi sueño, conocer el Estadio Centenario. A una cuadra del hotel paraba el bus turístico, lo tomo y al llegar al estadio, pido parada. El acompañante del chofer, me dice, te paramos acá, pero sepa que el Museo del Fútbol y el estadio cierran los domingos. Me quedé frío, helado, petrificado, había viajado tantos kilómetros para conocer el estadio y me tendría que conformar con una foto en la acera afuera del estadio. El muchacho me dice, en alguno de los portones está un guarda y con suerte te deja pasar. Hay buses cada media hora, si no pasa nada, te esperas al que sigue.

 

    Con esa esperanza me bajé del bus, caminé a uno de los portones del estadio y toqué el portón por varios minutos, sin que nadie saliera o me diera respuesta. Ya estaba perdiendo las esperanzas, cuando alguien sale a mi llamado:

    -¿Qué pasa?-  Me dice un guardia

    -Mire señor solo quiero pasar a tomar una foto adentro del estadio, es que mi sueño...-  Le respondí yo como contando un trabalenguas y en 3 segundos después le había dicho toda mi historia.

    -Claro, ¿De dónde venis?- Me dice tras un silencio incómodo.

    -¡De Costa Rica!- Le respondí yo.

    -¡Claro pasá!, no les perdonamos el 3-1 en el Mundial de Brasil, pero tenes todo el estadio para vos. Dale recorrelo y tomate todas las fotos que queras!- Me dijo el guardia, mientras a mi se me llenaron de agua los ojos y solté al niño interno al que ese día le cumplía el sueño de estar en el sitio donde se jugó el primer Mundial de Fútbol.

 

FINALMENTE CUMPLIENDO MI SUEÑO DE INFANCA!!!!... …Conocí el Estadio Bicentenario de Uruguay!!

 

¿Ustedes qué hubieran hecho en mi lugar? Si supieran que el estadio no abre los domingos, y se morían por conocerlo, ¿habrían ido el sábado y cambiado el rato en la piscina por turistear? He compartido este dilema con varios allegados, mi familia y casi me pegan por haber desaprovechado el rato, creen que haberme metido en la piscina del hotel fue una estupidez, en vez de usarlo para conocer y caminar más por Montevideo. ¡Nos estamos leyendo!

 

 


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